Encuadre, organización, exposición... Componer un paisaje impone saber observar, y también tomar las mejores decisiones en el momento adecuado.
Encuadre, organización, exposición... Componer un paisaje impone saber observar, y también tomar las mejores decisiones en el momento adecuado.
Elige tu ángulo de visión: no dudes en desplazarte algunos metros o en buscar una posición dominante para tomar algo de altura.
Define el formato
- Vertical: para realzar la verticalidad de ciertas líneas.
- Horizontal: abandona eventualmente el rectángulo clásico en provecho de un formato más panorámico para tratar un paisaje de poco relieve (playa, llanura).
Encuadra tu composición: reproducirás sólo una parte de tu campo visual.
- En caso necesario, utiliza un cuadrado de cartón para delimitar tu mirada.
- Evita centrar la línea del horizonte.
Cuenta con la naturaleza: elige los elementos que delimitarán la obra (acantilados, árboles, carreteras) y define los centros de interés (pueblo en la montaña, personajes, etc). ¡Cuidado!: no los centres nunca, ya que la obra carecería de relieve y de vida.
Selecciona: elimina los elementos parásitos. Apela a tu imaginación para crear, en su caso, un centro de interés suplementario...
Un paisaje logrado da la sensación de que uno puede pasear por él, desde el primer plano hasta un centro de interés situado detrás.
Aprovecha las líneas directrices naturales: surcos de campos arados, líneas de viñas...
Evita tapar el primer plano con una masa horizontal (tronco tumbado, por ejemplo) sobre el que tropezará la mirada del observador. En caso necesario, coloca una serie de hitos visuales, que el ojo irá captando sucesivamente.
El primer plano tiene una gran importancia en la composición final. Si tu principal centro de interés está hacia atrás, evita colocar ante él un objeto macizo. Se puede tratar sencillamente de una animación (campo de flores, por ejemplo). No lo sitúes obligatoriamente en la parte inferior de la obra. Un árbol que delimita verticalmente la escena constituye un primer plano fuerte, pero incita a mirar detrás.
Lo lejano se suele confundir con el horizonte. Los colores son más oscuros, azulados, las formas se funden y los contrastes se atenúan. Es la mejor manera de sugerir la distancia.
Los planos intermedios: albergan y jerarquizan los centros de interés, especialmente en función de sus proporciones.
Un vasto espacio al fondo parece minúsculo comparado con una banal roca colocada justo delante de uno. Esta evidencia constituye sin embargo uno de los principales obstáculos que encuentra el pintor paisajista. Para no equivocarte:
Coloca un punto (llamado punto de fuga) en el horizonte e imagina un haz de líneas que convergen hacia este punto de fuga.
Inscribe los temas dentro de esas líneas, con un tamaño más pequeño cuanto más alejados estén.
Esta perspectiva cónica sencilla sugiere que miremos el tema de frente. Para puntos de vista más complejos (de lado o desde arriba, por ejemplo), puedes tener que utilizar dos o tres puntos de fuga.
El interés de un paisaje depende también de su exposición.
Elige la hora y fija de una vez por todas la luminosidad de tu obra: colores, orientación, densidad y volumen de las sombras.
En su caso, haz una foto... ya que la situación habrá evolucionado seguramente la siguiente vez que levantes la mirada del caballete.
Aportar sombras y toques de luz es la mejor manera de dar vida a un paisaje y de realzar los principales temas. Para evitar cualquier error, reserva los contrastes fuertes para el primer plano, y atenúalos a medida que te acerques al horizonte.
Poner demasiado en valor el primer plano, o nos arriesgamos a que el resto quede olvidado. Un paisaje es una composición equilibrada, no un tema rodeado de un decorado.
Trabajar con la nariz pegada al caballete: retrocede regularmente algunos pasos para comprobar las proporciones y perspectivas. Incluso puedes mirar tu obra de espaldas, utilizando un espejo. Verás que se suelen detectar ciertas anomalías que hay que corregir.
Reproducir las cosas como deberían ser: las hojas de un platanero son verdes brillantes y las colinas inmensas... Pero la luminosidad y las proporciones no dejan de modificar estas verdades. Observa... y dibuja lo que te muestran tus ojos. ¡No te limites a la simple realidad!