Es dibujo es una auténtico ejercicio mental. Más que aprender a dibujar, en un primer momento tienes que aprender a observar. Un poco de paciencia: hasta que tu cerebro no haya analizado toda la información espacial, no podrá guiar tu mano.
Es dibujo es una auténtico ejercicio mental. Más que aprender a dibujar, en un primer momento tienes que aprender a observar. Un poco de paciencia: hasta que tu cerebro no haya analizado toda la información espacial, no podrá guiar tu mano.
Antes de lanzarte a dibujar, tienes que imaginarte el tema. Al principio, lo mejor es trabajar con objetos que puedas manipular: una manzana, un jarrón pequeño, una taza, utensilios de cocina... Tómate tiempo para girar el objeto y observarlo bajo distintas luces. Analiza su forma, su volumen, sus zonas de luces y sombras...
El objetivo: al cerrar os ojos, tienes que ser capaz de reproducir la imagen en tu cabeza.
Llega el momento de realizar los primeros trazos en el papel.
En una superficie en dos dimensiones (la altura y la anchura de la hoja), tienes que representar un objeto que, en realidad, posee una tercera dimensión (la profundidad).
¿Por dónde empezar?
Simplifica al máximo lo que ves.
Pregúntate en que volumen geométrico simple podrías integrar este objeto. ¿Un cubo? ¿Un cono? ¿Una esfera?
Por ejemplo: una esfera para una manzana, un cono para una pera, un cilindro para un jarrón, etc.
Dibuja la(s) forma(s) geométrica(s) en la hoja.
Precisa los contornos del objeto, y añade los detalles.
Coloca las zonas de sombras con un plumeado ligero.
Puedes utilizar dos lápices distintos (por ejemplo: lápices 2B y 9B o un bastoncillo de sanguina y un lápiz 2B). Con uno trazarás la forma geométrica, con el otro precisarás la forma del objeto. Así, visualizarás más fácilmente la evolución entre el trazado inicial y el final.