El agua es indisociable de la acuarela: es la que da a los pigmentos su ligereza y su luminosidad. Dominar la disolución del agua y sus efectos en los colores es una de las principales dificultades.
El agua es indisociable de la acuarela: es la que da a los pigmentos su ligereza y su luminosidad. Dominar la disolución del agua y sus efectos en los colores es una de las principales dificultades.
El valor es el grado de intensidad luminosa de un color. En la acuarela, basta añadir agua para conseguir que un matiz pase del oscuro al claro. Cuanto más diluyes el color, más transparente se vuelve éste, dejando aparecer el blanco del papel que lo "ilumina".
Al crear tu propio muestrario de color, podrás comprobar el tono real de la pintura según su grado de disolución.
- Coge una pequeña cantidad de pintura con el pincel y extiéndelo en la paleta.
- Añade un poco de agua en la paleta y traza un cuadrado de color sobre una hoja de papel.
- Pinta varios cuadrados de colores añadiendo cada vez un poco más de agua a la paleta. Así obtendrás un muestrario que irá del tono más oscuro al más claro.
- Haz lo mismo con cada color de la paleta.
Debido a la transparencia de los colores, es imposible recubrir un tono con otro. Al superponer los colores, obtendrás sistemáticamente una nueva mezcla. Tres consejos:
Procura inclinar ligeramente la hoja al trabajar. Así evitarás que la pintura se reparta de manera irregular sobre la hoja o que cree manchas debido a la acumulación de líquido.
En acuarela ¡el blanco no existe! Será el papel blanco, generalmente utilizado como soporte, el que sustituye el color blanco utilizado en otras técnicas. Para pintar en blanco, basta abstenerse de pintar las superficies en cuestión: es lo que llamamos aperturas de blanco.
Hay dos utensilios que pueden ayudarte: