No es necesario ser un as de la limpieza para conservar los pasteles... Pero cuidado, son frágiles y sucios, y requieren algunas precauciones. Veamos un panorama.
No es necesario ser un as de la limpieza para conservar los pasteles... Pero cuidado, son frágiles y sucios, y requieren algunas precauciones. Veamos un panorama.
¡Conservar los pasteles es un verdadero rompecabezas! He aquí tres técnicas para que conserven su resplandor:
Límpialas con un paño limpio después de cada sesión, hasta que recobren su tono original.
Puedes conservarlos a granel, en una caja cerrada con tapa y añadiendo algunas cucharas soperas de arroz: así evitarás que los colores se mezclen entre ellos.
¿Tus barritas están muy sucias? Agita suavemente la caja: el roce con el arroz eliminará las manchas.
¡No tires los pedacitos de pastel! Clasifícalos por tipo de color y machácalos hasta obtener una mezcla homogénea. Luego podrás reutilizar esta materia: para crear fondos de color, aplicándolos sencillamente con el dedo. Para trabajar los detalles, aplicándolos con difuminador o algodón.
Es el compañero fiel del pastelista: sacúdelo fuera tras la sesión de trabajo para eliminar el polvo de pigmento. Si está demasiado sucio, más vale cambiarlo.
Con el uso, la punta del difuminador se aplasta y acaba ensuciando los tonos de los colores con los que trabajas. Mejor que cambiarlo, frota su extremo en un pedazo de papel esmerilado (recubierto de una capa abrasiva) de grano fino. En un solo gesto, limpiarás y afinarás el instrumento.
El dibujo con pastel es muy frágil: un roce basta para mezclar los trazos y los colores.
Guarda tus trabajos en una caja de dibujo, intercalando una hoja de papel cristal o sulfurizado.
La mejor manera de conservarlos mucho tiempo es: ¡enmarcarlos!
Procura que el pastel no entre en contacto con el cristal (la materia acaba pegándose en él). La solución: coloca un passepartout doble entre la obra y el cristal. Ver la sección de enmarcación