El gouache se presta a todas las audacias, y autoriza todos los resultados. También es la técnica más fácil de dominar... con la condición de que se entienda bien su lógica.
El gouache se presta a todas las audacias, y autoriza todos los resultados. También es la técnica más fácil de dominar... con la condición de que se entienda bien su lógica.
El gouache está compuesto por pigmentos de color, un ligante (que suele ser goma arábiga) y agua. Su aspecto final es mate y aterciopelado, con tonos vivos.
Debido a su opacidad, se trabaja superponiendo las capas:
-húmedo sobre seco: se añaden detalles a un color ya seco. Cada tono queda bien separado del anterior.
-húmedo sobre húmedo: se aplica un color sobre el anterior todavía húmedo. Esta técnica delicada exige rapidez y precisión.
Ésta varía según el resultado que queramos obtener. Diluir el gouache permite acercarse al resultado de la acuarela y realizar aguadas.
Una preparación clásica medianamente diluida tiene que ser untuosa (un poco como la mayonesa): al sacudir un pincel cargado de pintura, sólo tiene que caer una gota.
También se puede utilizar el gouache puro, con pinceladas enérgicas y el pincel seco. Nota: la mayoría de las obras combinan las distintas técnicas.
Efectúa, ante todo, un boceto con lápiz, por lo menos para situar las grandes masas. Pinta las grandes masas del fondo y luego las superficies planas. Por último, podrás añadir una sucesión de detalles, sombras y luces para crear relieve.
Algunos conocimientos: Contrariamente a la acuarela, cabe la posibilidad de aclarar un tono. Por eso, se recomienda aplicar los colores oscuros en primer lugar.
Para aclarar un color, añade:
-blanco: coge una parte del color original y crea un nuevo matiz añadiendo un poco de gouache blanco.
-agua: el tono pierde opacidad, pero se hace más claro... aunque sigue siendo el mismo.
Al contrario, para oscurecer, añade:
-negro (o un color más oscuro): cuidado, el resultado puede ser decepcionante.
-capas del mismo tono: el hecho de añadir materia densifica sutilmente el color.
Abstente de multiplicar las capas gruesas. Estos "empastes" podrán resquebrajarse al secarse.
Mejor que añadir indefinidamente sombras y luces para rectificar un volumen poco convincente, más vale recubrirlo todo con un nuevo color liso... ¡y volver a empezar!
Gira la obra para observarla desde distintos ángulos. A veces, algunos errores de perspectiva se ven mejor desde un lado o al revés.
Toma distancias: dando un paso atrás y cerrando ligeramente los ojos, pondrás de relieve los contrastes.
Carga el pincel lo suficiente para realizar las zonas planas de una sola vez. Para las superficies grandes, inclina la tabla hacia ti, y pinta sucesivamente franjas horizontales, empezando por arriba.
No añadas demasiado blanco a los colores... éstos palidecen al secarse.
Utiliza todo lo que pueda ayudarte. Trazarás líneas rectas y sin corrimientos si apoyas la virola del pincel contra una regla colocada oblicuamente respecto al papel.
Realiza los detalles finos con lápiz de grafito...¡en lugar de complicarte la vida!
Opacidad no siempre rima con uniformidad. Algunas técnicas confieren un resultado más autentico a los vegetales, las superficies minerales y otras aguas vivas:
Crea ondulaciones utilizando un peine, proyecta gotitas de pintura curvando las cerdas de un cepillo de dientes para dinamizar un mar embravecido o una masa vegetal.
Aplica el color con esponja o sécalo de vez en cuando con un paño seco para reforzar su textura.
Realiza un lavis para suavizar los contrastes.